¿ESTO QUIERE EL GOBIERNO CATALÁN? 1934 GOLPE DE ESTADO DE COMPANYS Y LA REVOLUCIÓN ANARQUISTA.
Poco antes de retirarse del balcón parece que Companys dijo: «Ara ja no direu que no sóc prou catalanista» ('Ahora ya no podréis decir que no soy sufcientemente catalanista').
[17] El director del diario conservador
La Vanguardia
Agustí Calvet, Gaziel, tras escuchar el discurso de Companys por la radio, se mostró muy crítico con la decisión de Companys:
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Es algo formidable. Mientras escucho me parece que estuviera soñando. Eso es, ni más ni menos, una declaración de guerra. ¡Y una declaración de guerra —que equivale a jugárselo todo, audazmente, temerariamente— en el preciso instante en que Cataluña, tras siglos de sumisión, había logrado sin riesgo alguno, gracias a la República y a la Autonomía, una posición incomparable dentro de España, hasta erigirse en su verdadero árbitro, hasta el punto de poder jugar con sus gobiernos como le daba la gana! En estas circunstancias, la Generalidad declara la guerra, esto es, fuerza a la violencia al Gobierno de Madrid, cuando jamás el Gobierno de Madrid se habría atrevido a hacer lo mismo con ella.
Tras pronunciar el discurso Companys comunicó sus propósitos al capitán general de
Cataluña y general en jefe de la IV División Orgánica, con sede en Barcelona, el general
Domingo Batet, catalán de ideas moderadas, pidiéndole que se pusiera a sus órdenes "para servir a la República Federal que acabo de proclamar". El general parlamentó entonces con
Enrique Pérez Farrás, el jefe de los
Mozos de Escuadra, para que se presentara en la Capitanía y se pusiera a sus órdenes. Éste le respondió que sólo obedecía al presidente de la Generalidad. Batet habló a continuación con el presidente del Consejo de Ministros,
Lerroux y, siguiendo sus órdenes, proclamó el
estado de guerra aplicando la
Ley de Orden Público de 1933.
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Al anochecer aparecieron las primeras barricadas, se distribuyeron grupos armados por las calles y se preparó a los edificios oficiales para la resistencia. La Generalidad se defendió con un centenar de Mozos de Escuadra dirigidos por Pérez Farrás; la Alianza Obrera ocupó el local de
Fomento del Trabajo Nacional en la
Vía Layetana con unos 400 hombres; un número similar de partidarios del
PSOE se concentraron en la Casa del Pueblo de la calle Nueva de San Fracisco; y en general los grupos con fusiles estaban preparados en los locales de
La Falç,
Nosaltres Sols! y el CADCI (
Centre Autonomista de Dependents del Comerç i de la Indústria) en la Rambla de Santa Mónica.
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Cerca de las once de la noche, una compañía de infantería y una batería del regimiento de artillería llegó a la Rambla de Santa Mónica y cuando el capitán se dispuso a leer el bando de proclamación del estado de guerra, desde el local del CADCI empezaron a disparar resultando muertos un sargento y heridos otros siete militares. La repuesta fue el bombardeo de artillería sobre el centro resultando muertos
Jaume Compte,
Manuel González Alba y Amadeu Bardina, dirigentes del
Partit Català Proletari. El resto se rindieron a la una y media de la madrugada del día 7 de octubre.
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Unas horas antes, hacia las diez de la noche del día 6, una compañía de artillería había ocupado la Plaza de la República (actual
Plaza de San Jaime) informando a Pérez Farrás sus jefes de que tenían órdenes de tomar los dos edificios oficiales. Tras un tiroteo, los mozos de escuadra se replegaron al Ayuntamiento. Allí se acababa de votar una moción presentada por el alcalde
Carles Pi i Sunyer de adhesión al Gobierno de la Generalidad. El asedio se amplió con la llegada de una compañía de ametralladoras.
[20]
Mientras,
Dencàs, Badia y otros miembros de
ERC, junto con unos ochenta guardias y un centenar de hombres pésimamente armados, se hicieron fuertes en la Comisaría de Orden Público de la Vía Layetana frente el asedio al que le sometieron las tropas que habían salido de Capitanía.
[21]
El
general Batet, a pesar de tener órdenes estrictas de atacar por parte del ministro de la Guerra, y a sabiendas de que tenía la situación completamente controlada, dejó pasar el tiempo esperando reducir a los rebeldes.
[22] A las seis de la mañana del día 7, diez horas mas tarde de la proclamación, Companys comunicaba al general Batet su rendición.
[23] Esa noche, el consejero de Gobernación
Dencàs huyó del Palacio de la Generalidad por las alcantarillas.
La rendición[
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Sobre las siete de la mañana del 7 de octubre las tropas entraron en el Palacio de la Generalidad y detuvieron a Companys y a su gobierno y a los diputados
Josep Tarradellas,
Antoni Xirau,
Joan Casanellas,
Estanislau Ruiz, y al presidente del parlamento
Joan Casanovas. Acto seguido detuvieron también en el Ayuntamiento al alcalde
Carles Pi i Sunyer y a los concejales de ERC que le seguían. Los apresados fueron trasladados al buque Uruguay anclado en el puerto de Barcelona y reconvertido en prisión. Aquella mañana, las calles fueron quedando vacías de gente y todo fue volviendo a la normalidad. Incluso un representante de la CNT aconsejaba por la radio volver al trabajo, apostando por la organización obrera y la no colaboración con los partidos burgueses nacionalistas.
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Pese a la gravedad de los hechos, se considera que el general Batet consiguió dominar la situación con el mínimo de destrucción y violencia, actitud que le valió ataques de la derecha y de algunos sectores militares por un lado (Batet sería fusilado durante la
Guerra Civil por los franquistas) y de los insurrectos, por no ponerse a sus órdenes. Por su participación en la sofocamiento de la insurreción obtuvo de la República la
Cruz Laureada de San Fernando, en
1934.
En
Asturias, en la que se denominó la
Revolución de Asturias, los hechos serían mucho más sangrientos con centenares de muertes por el enfrentamiento entre la
Guardia Civil y el Ejército contra la
Alianza Obrera.
Consecuencias[
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En la fracasada rebelión murieron cuarenta y seis personas: treinta y ocho civiles y ocho militares.
[25] Más de tres mil personas fueron encarceladas, la mayoría de ellas en el vapor "Uruguay", y puestas bajo la jurisdicción de los consejos de guerra. También fue detenido
Azaña, que se encontraba casualmente en Barcelona para asistir a los funerales del que fuera ministro de su gabinete
Jaume Carner. Los militares que habían formado parte de la insurrección, el comandante
Enrique Pérez Farrás y los capitanes
Escofet y Ricart, fueron condenados a muerte, siendo su pena conmutada por la de prisión perpetua por el presidente de la República,
Alcalá Zamora, a pesar de las protestas tanto de la CEDA como del
Partido Republicano Liberal Demócrata de
Melquíades Álvarez, que pedían mano dura.
[26] El presidente y el gobierno de la Generalidad fueron juzgados por el Tribunal de Garantías Constitucionales y fueron condenados por rebelión militar a treinta años de prisión, que cumplirán, unos en el penal de
Cartagena y otros en el del
Puerto de Santa María. El 23 de febrero de 1935 son dejados en libertad provisional el alcalde de Barcelona y los concejales detenidos.
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