Eres el "cuñao". Sabes de todo, opinas de todo, levantas la ceja mejor que Ancelotti y sueltas una parida de tamaño familiar convencido, claro, de que acabas de descubrír la pólvora. Eres el rey del del lugar común, el emperador de la palabra hueca, del argumento impostado. Das lecciones de política y democracia porque tú "sí que sabes", pero si hay que hablar de física nuclear, seguro, me sueltas un tocho en el que me tratarás de convencer de alguna oscura conspiración y me ganarás. "Porque el necio es capaz de mantenerse más tiempo en sus trece que tú de estar despierto." Duerme ovejas.
Confieso que, al principio, me hacías gracia. Me parecías uno de esos frikis entrañables que pululan por las redes. Claro, inocente de mi, pensaba que eras un bromista, un friki. Pero no. Con el tiempo hemos ido viendo tu verdadero pelaje de individuo faltón grosero, zafio, Con esa cutrez garbancera propia de los 60 y el 600. Eres mala gente. Eres un soberano plasta: el "cuñao".
Por último, por mi parte es mi último mensaje, mi despedida y cierre, mi postrer referencia a semejante individuo. Ya puede insultar, blasfemar, chillar y llorar: me la pela. Nunca jamás interactuaré con él ni directa ni indirectamente. A freír espárragos, caballerete.