Ha comentado en el artículo Vagos y maleantes
ir al comentario
A pesar de ciertos avances que está llevando a cabo la neurociencia, tendentes a comprender los mecanismos cerebrales de una manera más sistemática, y de la comprensión sobre la gran importancia de lo emocional en la inmensa mayoría de nuestras decisiones, lo "racional" sigue siendo uno de nuestros refugios favoritos hoy día.
Vivimos en tanto en cuanto individuos sumidos en un océano de incertidumbre, en el que el "control" propio de la inmensa mayoría de las variables que más nos afectan está bastante lejos de nuestra voluntad. Admitido esto, intelectualmente al menos, por todos, su interiorización es profundamente angustiosa, y terriblemente decepcionante para la autoestima. Así que el mismo cerebro, la parte emocional es una parte de ese todo que llamamos "yo", necesita inventar o admitir una serie de vías de escape balsámicas, "racionales" que apacigüen esa angustia.
Antaño eran en primer término las religiones, pero hoy día el abanico se ha abierto bastante, dependiendo de los ámbitos en los que se desarrolle su devenir social, "Las Leyes de La Economía" son otro ejemplo de una cierta religión atea que practican aún incoscientemente mucha gente desde hace bastantes años, aunque veamos como se ha exacerbado su uso en los últimos años, para explicar lo inexplicable y relajar la ansiedad de la incertidumbre.
La falacia del control nos permite seguir vivos, está explica porque tenemos más miedo a morir en un accidente de avión que de automóvil, sobre todo con nosotros al volante, aunque estadísticamente es mucho más probable. O porque aunque sea más probable cometer suicidio que morir víctima de un homicidio, exijamos colectivamente mayor presencia policial que psiquiátrica en nuestras vidas.
Hay que tener una muy desarrollada inteligencia emocional para admitir, cuando vemos a las personas precipitadas en la exclusión social, que por mucho que nos empeñemos, y más directamente los que dependemos exclusivamente de un trabajo por cuenta ajena, que no hay ninguna razón, ninguna explicación, ningún seguro mental, que nos libre de poder ser nosotros uno de ellos el día de mañana, y que estamos, por tanto, más cerca de ellos que de los superricos que vemos en los massmedia, por mucho que nos nos guste la idea. Así que sólo nos quedan dos vías de escape "racionales" a la angustia emocional que esto provoca. O negar la mayor, cargando todas las tintas en las diferencias que encontremos, que siempre las hay, o tratar de asegurarnos de que los mecanismo de protección social del precario e incipiente "estado del bienestar" que tenía Europa, y a su cola el Reino de España, exista, aunque pudiera haber abusos de él (menos casos que de evasión fiscal estoy seguro) para cuando lo podamos necesitar.
Financiar entre todos, vía impuestos, estos mecanismos, como en el caso de la sanidad o la educación pública, no es beneficencia, es el modo más eficaz y económico de abordar la cuestión; Eficaz y económico, en tanto en cuanto más cantidad de gente se beneficia de más recursos con menos inversión. Exactamente el mismo criterio de economía a escala que ha dado tan pingües beneficios a las mega-corporaciones industriales y financieras pero destinado a recordar aquello que la plutogogia neo-liberal triunfante en los últimos años nos ha querido hacer olvidar; que la acumulación de riqueza desmedida en pocas manos sólo ha provocado hambre ayer, hambre hoy, y más miseria y hambre para mañana. Las únicas épocas, cercanas a la cierta "bonanza" social han sido cuando el crecimiento económico ha sido más repartido y generalizado.
El cerebro necesita "respuestas" aunque sean malas. pero que las necesitemos y las vayamos a obtener seguro. No significa sirvan para nada. Ni todos los pobres lo son por sus "errores", ni todos los ricos por sus "aciertos", ni todos los cánceres de pulmón son por fumar. Y hay muy poco o nada que realmente podamos hacer para preveerlo todo. Así que más que centrarse en tratar de "acertar" en hacer lo que más le convenga a cada uno, desde sus intereses personales, porque es harto probable que nada salga como lo pensemos, es mejor tratar de hacer lo que uno considere más justo o decente, y no hacer lo que no se quiere hacer. Se ha demostrado que el altruismo voluntario, bastante más generalizado por cierto que lo que propagandizan los hobbianos del neoliberalismo, ayuda mucho más a liberar la angustia que la acumulación de riqueza, y lo que es mejor, está más a nuestro alcance.