En mi opinión, la cuestión fundamental es por qué razón uno ha decidido iniciar una inversión. Esto hay que tenerlo muy claro, porque entonces la gestión de la inversión tiene siempre que responder a esa razón.Una razón puede ser aprovechar un ciclo económico. Uno ha decidido que vienen buenos tiempos, que les empresas en general, y en consecuencia los índices, lo van a hacer bien y quiere sacarle un rendimiento a esa preconizada bonanza general. El problema de esta estrategia es que depende absolutamente de una correcta predicción del market timing, y eso la convierte en mi opinión en demasiado arriesgada. Generaciones enteras de brillantes economistas han fracasado sistemáticamente en sus predicciones económicas. Quién iba a predecir a finales de 2019 que tres meses después la economía mundial iba a cerrar a cal y canto por culpa de un virus? Quién iba a predecir en octubre de 1987, sin ninguna razón económica de fondo, que el SP500 se iba a desplomar nada menos que un 50% en apenas una semana? Nadie. Absolutamente nadie.Ahora bien, uno puede decidir en cambio iniciar una inversión en la que considera una buena empresa porque quiere beneficiarse de su presumible buen desempeño. Esto es por completo otra historia. En mi opinión, hay dos tipos de empresas en las que vale la pena invertir. Vamos a llamarlas empresas A y empresas B.La empresa A es una empresa muy bien gestionada y con dos características fundamentales: se desenvuelve mejor que otras empresas de su sector y ( muy importante) capea bien la situación cuando vienen mal dadas. La empresa B es una empresa, por lo general pequeña, que tiene no obstante un enorme potencial de crecimiento.No es cierto que esta estrategia consista en estar siempre invertido. Repito, no es cierto en absoluto. Lo que sucede es que es una inversión que se gestiona sin tener en cuenta el market timing, sino el comportamiento de la empresa, de modo acorde a la razón que ha llevado a invertir. Por consiguiente, si uno ve que una empresa A está dejando de comportarse mejor que otras de su sector y está perdiendo esa capacidad de aguantar bien cuando las cosas se ponen feas, pues entonces se vende. Similarmente, si uno ve que una empresa B no acaba de llevar a cabo su prometedor plan de crecimiento y empieza a tener serias dificultades, pues se vende también. Lo ideal es no tener que vender nunca, porque esto significará que las empresas, A o B, mantienen sus buenas propiedades y eso a la larga se traducirá en pingües rentabilidades para quien haya invertido en ellas. Pero una cosa es la situación ideal y otra la realidad. Es muy duro, y muy difícil, mantenerse muchos años en un nivel top.Y qué sucederá si vienen malos tiempos, en general, para la economía? Pues en el caso de las empresas A, ello propiciará una ocasión magnífica de comprobar si sigue manteniendo su cualidad de desenlvoverse mejor que otras de su sector. Si lo hace, saldrá muy reforzada de la crisis (vía eliminación de unas cuantas empresas de la competencia), para gozo y beneficio de sus accionistas. Con respecto a las empresas B, puedo asegurar por experiencia que si una empresa dispara su beneficio como consecuencia de su actividad ordinaria, las acciones suben mucho más, aunque se esté en un contexto bursátil bajista. Y ello es así porque a la larga, y como es lógico y natural, las cotizaciones siguen al beneficio.Resumiendo: no se trata de estar siempre inertido. Se trata de invertir sin hacer caso del market timing, sino del comportamiento de las empresas, y de gestionar la inversión de modo consecuente con estos criterios.