
Los mercados financieros se estabilizaron en las economías emergentes, luego de las turbulencias del segundo trimestre. La dinámica en la economía global durante el tercer trimestre revirtió parcialmente los eventos de máxima volatilidad del segundo trimestre, marcado por un lado por la mayor volatilidad en los mercados internacionales y el aumento de los tipos de interés en las economías desarrolladas y, por el otro, por el empeoramiento de las perspectivas de crecimiento en varias economías emergentes, especialmente las dudas sobre una fuerte desaceleración en China.
En el tercer trimestre, sin embargo, se revirtieron en parte estos factores.
- Se pospuso el inicio de la reducción del impulso monetario en EEUU, reflejado en la sorpresiva decisión de la Fed de no iniciar la reducción de compra de bonos el 18 de septiembre, cuando todos los analistas lo daban por seguro.
- Retraso hasta inicios de 2014 del debate sobre el presupuesto y el techo de deuda en EEUU genera incertidumbres adicionales que estarían pesando sobre la decisión de reducir las compras de bonos por parte de la Reserva Federal.
- Crecimiento en China, resultado de la mejora de la demanda externa, pero también de medidas puntuales de política impositiva y de gasto público con un renovado recurso al crédito.

Estos elementos sirvieron para reducir las tensiones financieras en los mercados emergentes, desde los máximos alcanzados a finales de junio. Así, especialmente a partir de septiembre se estabilizaron los flujos de capitales (Gráfico 5), se recuperaron las cotizaciones bursátiles (Gráfico 6), se redujeron los diferenciales soberanos (Gráfico 7) y se apreciaron los tipos de cambio (Gráfico 8).
Con todo, no se han llegado a recuperar los niveles previos a mayo, antes de la primera discusión por parte de Bernanke sobre el inicio de la disminución de compras de bonos, pues los mercados financieros ya han asumido que se producirá esa retirada eventualmente, lo que se ha incorporado en el precio de los activos en economías emergentes.
Es interesante notar que, a diferencia del comportamiento de los mercados antes de mayo, ha aumentado la correlación entre los movimientos de precios de activos en Brasil y el resto de países de América del Sur (si bien con una mayor amplitud en el caso de Brasil) al dominar claramente los factores globales sobre los idiosincráticos.
Con todo, la estabilización de flujos de capitales a América Latina ha sido más marcada en los países andinos y en México que en Brasil (Gráficos 9 y 10).

Por su parte, si comparamos la dinámica de las variables financieras con episodios anteriores de alta volatilidad en los mercados internacionales seguimos viendo que este es un episodio más parecido a las turbulencias ocurridas después de la reducción de la calificación crediticia de EEUU por parte de S&P en agosto de 2011 que al episodio inmediatamente posterior a la quiebra de Lehman Brothers (Gráficos 11-14). En realidad, en muchos casos, las correcciones observadas desde mayo han servido para llevar a los tipos de cambio más en línea con sus fundamentales y corregir cierta sobrevaloración observada a inicios de año. En el caso de los spreads soberanos ha habido una corrección al alza que, sin embargo, aún los sitúa en niveles moderados para los estándares históricos de la región.

Como en otras economías emergentes, y desde el inicio de las turbulencias de mayo, por lo general, han sido aquellas economías con inflación elevada, mayores déficits exteriores (especialmente los que se encuentran financiados en mayor medida por flujos de capitales de corto plazo) y políticas económicas menos prudentes las que han visto mayores caídas en los precios de los activos, incluyendo la depreciación de sus moneda (Gráfico 15).
Los precios de las principales materias primas de exportación se han visto relativamente inmunes a las consideraciones financieras (Gráfico 16), salvo quizás en el caso del cobre (ligado a las dudas sobre la desaceleración en China), que recuperó un poco su precio en este último trimestre. Por el lado del petróleo sigue pesando el apoyo por el lado de la oferta de la OPEP y de las continuadas tensiones geopolíticas en zonas productoras. En el caso de la soja la normalización por el lado de la oferta a nivel mundial continúa presionando el precio a la baja hacia su equilibrio de largo plazo.
Cabe destacar que no han cambiado significativamente respecto a hace tres meses los elementos que consideramos más determinantes para las previsiones de largo plazo del precio de las materias primas.
- Prevemos que el crecimiento siga siendo superior en economías emergentes que en desarrolladas, si bien con una gradual rotación hacia un menor énfasis en inversión y mayor en consumo.
- Previsiones de precios de largo plazo menores a los actuales (salvo en petróleo donde se mantendría el precio actual en términos reales), pero que todavía son superiores al promedio de los últimos 5-6 años, y, por tanto, seguirán siendo un factor de apoyo a América del Sur.

En los siguientes meses consideramos que la volatilidad en los mercados financieros se mantendrá mientras continúe la espera para el inicio de la salida del QE por parte de la Fed y durante el proceso de salida, en la medida que este proceso dependerá de que los datos confirmen o no la fortaleza de la recuperación en EEUU, además de la incertidumbre generada por las negociaciones sobre el techo de la deuda en ese país. Aunque los mercados financieros han incorporado ya en el precio de los activos la eventual salida del QE3 por parte de la Fed, con lo que se deberían estabilizar los flujos de capitales a la región y los precios de los activos financieros, también es cierto que la perspectiva de tipos de interés de largo plazo más elevados hacia adelante materializará un entorno menos favorable e influirá sobre las disyuntivas de política monetaria, como se analiza más adelante. Aun así, aunque menos favorable que antes de mayo, el entorno financiero para la región en los próximos trimestres será aún benigno en perspectiva histórica, con diferenciales soberanos y corporativos relativamente bajos.
Por su parte, la demanda interna también ofrece síntomas de estabilización en la mayoría de países
Sin duda el entorno internacional menos favorable y las turbulencias en los mercados financieros han condicionado una reducción de la confianza empresarial en la región desde inicios de año. Asimismo, la perspectiva de un menor crecimiento de los salarios reales y del empleo (en algunos casos por un mercado laboral menos estrecho y, en otros, por unas tasas de inflación aún elevadas) también ha condicionado un ajuste de la confianza de los consumidores respecto a los registros del primer trimestre (Gráfico 17). Con todo, de la mano de la estabilización de los mercados financieros internacionales, se produjo también en el último trimestre una cierta estabilización en los indicadores de confianza, tanto por el lado del consumidor como por el lado de las empresas, en la mayoría de países de Latinoamérica, con la importante excepción de Brasil y México, sin duda condicionados por su debilidad cíclica.
Por el lado de las empresas, la menor volatilidad financiera así como anuncios sobre planes de inversión pública en algunas geografías (como en el caso de Perú y Colombia) han influido en la estabilización e incluso mejora de los niveles de confianza. De este modo, a pesar de que en la mayoría de países los indicadores de confianza aún se mantienen en niveles asociados con un moderado optimismo (excepto en Argentina y en la confianza empresarial en Brasil), este es sustancialmente menor que el que se observaba en la región a inicios de año. En consonancia con la estabilización en los indicadores de confianza, los indicadores de evolución de la demanda interna como las ventas al por menor y la importaciones han mostrado mayor estabilidad e incluso mejora en la mayoría de los países, aunque manteniendo un menor dinamismo que en 2012.

En la mayor parte de países, los indicadores de crecimiento en el segundo trimestre han resultado mejores a lo esperado hace tres meses (Gráfico 19). Este es en particular el caso de Chile, Colombia y Uruguay, donde el mayor crecimiento al esperado de la producción industrial y del consumo (y, en el caso uruguayo, los servicios) impulsaron el crecimiento. Por su parte en Brasil se debilitó el consumo, pero se produjo un repunte importante de la inversión. Asimismo, en el caso de Argentina, Brasil y Uruguay, la expansión de la producción agrícola también generó un fuerte crecimiento en el segundo trimestre, por encima de lo esperado. En contraposición, en México, los datos de actividad del segundo trimestre se vieron influidos negativamente por la ralentización del sector industrial (en particular, el sector automotriz) y las ventas al por menor1. La desviación a la baja en el caso de Perú fue significativamente menor, producto de algunos problemas de oferta en el sector exportador y una menor inversión como consecuencia del ajuste a la baja de la confianza empresarial.
